La bruja
Rodrigo era un millonario que a los 27 años tenía toda su vida resuelta, vivía solo ya que sus padres habían fallecido, no trabajaba y por lo mismo pensaba que merecía el mundo entero, era arrogante y muy prepotente, una noche cerca del 31 de Octubre, paso por un mercado donde la carpa de una mujer sobresalía ya que decía que era una bruja.
El no solía creer en ese
tipo de cosas pero quería comprobar que todo lo que se estaba pasando era
farsa, en cuanto entro a la carpa había muchas velas que rodeaban una mesa
donde estaba una anciana que lo invitaba a que tomara asiento. A Rodrigo le pareció muy raro ver todo lo que
estaba presenciando en ese momento, cuando en eso la mujer le pregunto: ¿Qué
quieres saber? Y solo él dijo “Vengo a ver tu show de mentiras”.
La bruja empezó a decirle que sabía perfectamente quien era el, recordándole que el siempre solía pasar encima de todos y de todo sin importarle absolutamente nada, advirtiéndole que nadie se burlaba de ella, por lo que el día siguiente que era día de muertos lo iba a vivir en carne propia, el solo se fue aterrorizado de lo que acababa de escuchar, yéndose sin pagarle a aquella mujer llamada Mandrágora, resistiéndose a creer lo que había pasado pero sin dejar de sentir miedo procurando cuidarse para que no le pasara nada ese día.
Él regreso a su casa jurándose
a sí mismo que no moriría por un accidente y que haría todo lo posible por
probar que la bruja estaba en lo equivocado, ordenando a sus sirvientes que
quitaran todos los artefactos peligrosos que se podrían toparse en su camino
para sentirse lo más seguro, ordenando también que se marcharan, pidiéndole al
mayordomo que lo amarrara de la cama para que no pudiera pararse ni sufrir algún
tipo de accidente.
Cuando llego la noche él pensó
que ya se había salvado, pero aún faltaba un minuto para que el 31 de Octubre terminara,
cuando en eso empezaron a salir chispas de un enchufe que harían que la luz se
fuera, desesperado Rodrigo empezó a pedir ayuda, no podía desatarse y el fuego
cada vez más se acercaba, haciendo que escuchara cada vez más cerca la risa
burlona de una mujer que parecía provenir del mismo infierno.
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